La presidenta Claudia Sheinbaum apela al nacionalismo de sus compatriotas y espera poder evitar una guerra comercial en Norteamérica cuyos efectos, según analistas, serían devastadores.
Hasta el último minuto, México trató de evitar lo peor y complacer las exigencias del presidente estadounidense, Donald Trump. No fue suficiente, sentenció el mandatario: el martes entró en vigor un arancel del 25 por ciento sobre todas las importaciones provenientes de México y Canadá, violando las disposiciones del Tratado México-EE.UU.-Canadá de libre comercio (T-MEC) que él mismo había negociado en su mandato anterior (2017-2021).

Este martes, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, contestó con dureza, anunciando que su país impondrá en represalia aranceles y medidas no-arancelarias. Pero dejó una pequeña ventana de oportunidad para negociar una salida: hasta el domingo se sabrá qué medidas se tomarán, sobre qué productos y de qué porcentaje.
Carta nacionalista con último plazo para Trump

“No queremos entrar en una guerra comercial, eso solo afecta a la gente”, añadió Sheinbaum, apelando al gobierno estadounidense para encontrar soluciones coordinadas, sin subordinación, para el beneficio de ambos pueblos. En caso de fracasar, la mandataria afirmó que cuenta con un plan A,B,C y D.

Sheinbaum, cuya popularidad roza el 80 por ciento en encuestas, decidió también jugar la carta nacionalista, convocando a sus compatriotas a una manifestación el domingo en la capital del país, donde anunciará los detalles de las medidas de represalia. Es un claro mensaje de fuerza y de respaldo público ante lo que muchos mexicanos consideran una agresión unilateral del jefe de la Casa Blanca.

Trump ha estado utilizando el arma de los aranceles, sobre todo, para obligar a sus socios a luchar más fuertemente contra la migración y el narcotráfico y a desligar sus economías de la influencia china. Según fuentes estadounidenses, se está discutiendo entre los tres socios una política arancelaria común ante China.

Pero, al mismo tiempo, Trump también persigue un objetivo nacionalista difícilmente compatible con un acuerdo de libre comercio: quiere obligar a las empresas a relocalizar sus plantas, llevándolas desde Canadá y México a EE.UU.

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