Mientras la opinión pública se concentra en la boleta rosa como una supuesta herramienta de participación ciudadana, el verdadero juego se está librando en las sombras. Las candidaturas de José Antonio Cabrera Mis (08) y Rodrigo Alejo Jiménez (07) para magistrados federales por Campeche son el ejemplo más claro de cómo el sistema político tradicional sigue marcando el rumbo.

Ambos perfiles han sido colocados estratégicamente en la contienda con el impulso de una estructura bien aceitada desde el Partido Revolucionario Institucional, y en particular, bajo el cobijo de su presidente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas. A pesar de que no hay pronunciamientos oficiales, el respaldo se ha evidenciado en apoyos operativos, movimientos logísticos y cabildeo directo en los espacios clave del proceso.

Para muchos, no se trata de una coincidencia, sino de una operación cuidadosamente diseñada. Alito Moreno ha demostrado en otras ocasiones su capacidad para colocar figuras afines en espacios de poder, y hoy su interés parece centrado en el aparato judicial.

Este tipo de prácticas, lejos de fortalecer al sistema democrático, lo debilitan. Y aunque el discurso público habla de imparcialidad y legalidad, las acciones revelan un escenario distinto, en el que la política partidista sigue siendo la que manda, incluso en la selección de quienes deberían impartir justicia.

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